La multitudinaria movilización convocada por Hugo Moyano no debería ser subestimada. Las máculas con las que carga, desde hace tiempo, el líder de los camioneros adquiere condición de anécdota frente a la magnitud de la demostración que hicieron ayer los gremios y las organizadores sociales que, sin dudas, persiguen un objetivo distinto al que -todos presumen- tiene el presidente del Club Atlético Independiente.
Podría significar un grave error quedarse con la lectura reduccionista que hace el Gobierno de Cambiemos de la extraordinaria manifestación popular. Tomar decisiones a partir de una apresurada y hasta antojadiza conclusión de que Moyano está tratando de salvar su pellejo, sin ver ni reparar en la muchedumbre y sus consignas contra el plan económico denuncia algo más que miopía. Es soberbia.
Buena parte del macrismo, sus principales espadas políticas y mediáticas, los operadores de la opinión pública camuflados de comunicadores, han puesto empeño en hacer notar que la marcha y concentración responde a una necesidad de Moyano de presionar al Gobierno y a la Justicia (no necesariamente en ese orden) para desactivar la embestida que está soportando por distintas causas judiciales.
Si es así, con la respuesta multitudinaria que tuvo la convocatoria, Moyano debería ser considerado un líder de rango histórico. Que 200 a 300 mil personas salgan a la calles solamente para que el jefe de los camioneros no vaya preso es un logro que pocos puede conseguir, por ejemplo Cristina Fernández de Kirchner no tuvo tal respaldo en sus visitas a tribunales. Difícilmente algún dirigente en la Argentina tenga semejante arrastre.
Quizás sea mejor ver, asumir y comprender la realidad. La gente no fue por Moyano y mucho menos para salvarlo de sus causas judiciales. La manifestación de trabajadores, piqueteros, planeros, desocupados, jubilados, etc. tenía otra razón: el bolsillo.
Por eso el discurso del macrismo y sus apóstoles hace agua. Menosprecia la capacidad de discernimiento de los que se movilizan, subestima el entendimiento de la opinión pública y le asigna a la Justicia la consistencia de la plastilina, moldeable a cualquier presión.
Esto es, si puede presionar Moyano, lo puede presionar cualquiera que tenga un poco de poder, por caso, el presidente Mauricio Macri, que tiene mucho poder. Difícilmente a los magistrados, hechos y derechos, les agrade este tratamiento. Seguramente no les resulta simpático lo que (supuestamente) intenta Moyano, pero los debe encabritar mucho más la imagen que proyecta de ellos, sin tapujos, la Casa Rosada. Flaco favor le hace el discurso oficial a la autoestima de la Magistratura.
Que lo intente Moyano, vaya y pase; pero que lo diga el Gobierno supone una revelación que degrada toda la institucionalidad. Para que quede claro, el líder de los camioneros carga con severos cuestionamientos (de todo calibre) que, curiosamente, la Justicia ha demorado pertinazmente en investigar, tal como ya sucedió con otros personajes.
El hombre debe someterse a los requerimientos tribunalicios, si es que llegan. Ayer bravuconeó desde el atril, tal vez algún juez esté dispuesto a comprobar si tiene lo que dice tener.
Ahora, bien los problemas legales que tiene o podría tener Moyano en modo alguno deslegitiman la convocatoria de los trabajadores, en todo caso se le puede atribuir una segunda intención a la movilización por parte del gremialista, pero el mensaje inequívoco que surgió de la asamblea es que la política económica está haciendo daño a un sector de la población. El Gobierno prefiere seguir la puja con Moyano y desatender lo otro, es lo más fácil. s
FUENTE: NORTE DE CORRIENTES