La memoria retrata una trayectoria que no conocimos o que se nos acercó a través de la visión de nuestros padres o abuelos. Es verdad que puede ser parcial y adolecer de lo integral de lo sucedido, pero apurarla para que se nos presente a cada rato resguarda y mantiene viva nuestras raíces, a través de personas convertidos en personajes de cada época.

En las fiestas cívicas (25 de mayo, 9 de julio etc.etc.), en horas tempranas era costumbre, despertar con una salva de bombas disparadas desde la plaza Cabral, anunciando un día  festivo para la comunidad saladeña. Esta actividad, actualmente prohibida por la Ordenanza Nº  285/20, que ordena  la prohibición del uso de material pirotécnico de estruendo, que perjudica a las personas con discapacidades, enfermos y el maltrato a los animales domésticos, urbanos y silvestres, que entró en vigencia 2 de enero de 2021),

En aquellas épocas, el encargado "especialista" en Saladas, era el inmigrante Sirio-Libanes, Don Juan Salvador Jare, (apellido que tenía varias interpretaciones de escritura y pronunciación. Aparentemente  su nombre era solo Juan Salvador  y  en Saladas le adicionaban como apellido “Jare”, denomimación que le disgustaba enormemente, porque supuetamente  en su idioma nativo era una palabra desagradable.

.Don Juancito Jare,  quien con un interminable cigarrillo en sus labios, pucho que se consumía con una larga ceniza colgando, recuerdan viejos  saladeños, que  cuando don Juancito (ya anciano) encendía las bombas en la plaza Cabral, un grupo de niños se apostaban  con frutos de naranjas agrias (que en el mes de julio abundaban (y subsisten) en las calles de Saladas), para tirarle en el momento que don Juancito se aprestaba al encendido de las bombas de estruendo,  con su sempiterno cigarrillo a modo de herramienta de encendido, pegando un salto del susto y repuesto del susto corría a los traviesos con los más diversos epítetos en un español mal pronunciado, pero muy claro el HDP.

Los niños huían  gritando beee beee beeee, simulando el balado de chivos, (algo que lo enfurecía)  ya que lo decían chivo por su aroma corporal debido a su falta de higiene y posible  afección de incontinencia urinaria.  Un claro caso de bullying  a una persona de la tercera edad que en aquella época no se visibilizaba.

Otra anécdota que se contaba en las calles de Saladas, fue cuando a Don Juancito se le cayó una brasa de su perpetuo cigarrillo sobre los artículos de pirotecnia que tenía a la venta, generando una conmoción con las explosiones, ya que en la  época era muy común suceda un tiroteo, que requirió la masiva presencia policial...todo quedo en una falsa alarma.
 
Don Juancito, tenía una librería y venta de loteria, en la parte de la casa colonial, parte que aún sobrevive, entre dos modernos  edificios, en calle Lugones casi Mitre (entonces casa de la familia Cura), Don Juancito era habitué de las reuniones sociales en aquel entonces, relacionándose con lo más granado de la sociedad saladeña.

Recabando informaciones, con personas mayores, se lo recuerda más como el  “turco tirabombas”, que por otras cualidades de su vida. Hoy día decir “árabe  tirabombas” causa terror en el mundo, pero Don Juancito era un “tirabombas benigno”, que a nadie molestaba ni agredía.

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