Ilustramos la nota con uno de los restos de sables, que fueron encontrados por operarios de las retroexcavadoras de la empresa vial “Domingo Valicenti” en la zona de Paso Naranjito, cuando se construía el asfalto de la Ruta Nacional Nº 118. Estos restos de sables que fueron adquiridos por un armero/artesano saladeño, para la fabricación de cuchillos y luego donados por sus familiares al Museo de Saladas, los citados restos se hallan expuestos en el Museo Histórico Nacional "Juan Bautista Cabral" de la ciudad de Saladas y son atribuidos a los utilizados en la historia de la nota.
Este 21 de septiembre, se cumple el aniversario 157º del principal enfrentamiento entre correntinos durante la Guerra del Paraguay, una acción hoy poco menos que olvidada que tuvo lugar en el año 1865 en un paraje denominado Naranjito, en proximidades del paso de ese nombre sobre el río Santa Lucía, por donde actualmente la Ruta 118 atraviesa el curso de agua, a pocos kilómetros de la actual localidad de Tatacuá
y aproximadamente 20 Km de la ciudad de Saladas.
El combate, porque así cabe llamar a ese enfrentamiento por los efectivos involucrados, fue pulcramente historiado en el año 2015 por Alejandro Mauriño, que en función de haberse allí batido por un lado los correntinos que respondían a las autoridades nacionales, y por el otro los que habían optado por enrolarse bajo las banderas del dictador paraguayo Francisco Solano López, denomina "patriotas" a los unos, y "paraguayistas" a los otros.
Efectivamente, en aquel año febril, invadida parcialmente Corrientes por un ejército de ocupación paraguayo, no más de dos mil correntinos decidieron encolumnarse en pos del invasor.
Mauriño los caracteriza afirmando que se trataba de antiguos federales que soñaban con una revancha por la gran derrota sufrida en Pavón, también logreros que esperaban beneficiarse de su relación con los ocupantes, y además, forajidos que buscaban superar de ese modo sus situaciones marginales.
Cabe agregar, como ha señalado Dardo Ramírez Braschi, que algunos de los "paraguayistas" eran sujetos cuyos intereses económicos y agropecuarios en el Paraguay los colocaban poco menos que entre la espada y la pared. Concretamente, el hecho es que decidieron pronunciarse contra su propia patria, e incluso conformaron el célebre "triunvirato" que intentó gobernar a los correntinos de la zona ocupada siguiendo los dicterios de Solano López.
CORONEL MANUEL HORNOS.
Aún queda mucho por historiar de ese colaboracionismo paraguayista, que Ramírez Braschi señala fue involucionando en la percepción del dictador, quien en un comienzo trató blandamente a la zona de ocupación, endureciéndose progresivamente en la medida en que se percató que no sólo no contaba con un apoyo pleno, sino que en realidad la mayoría de los correntinos sólo lo respaldaban más de palabra que de hecho.
Nuestros antepasados del siglo XIX habían acumulado ya una vasta experiencia en el trato con invasores y ocupantes, desde Francisco "Pancho" Ramírez en adelante. A juicio de Ramírez Braschi, el punto de quiebre que jalona ese cambio de actitud de López es la aprehensión de las Cautivas. Mauriño identifica nítidamente que los correntinos que empuñan armas en pos de los paraguayos componen, sobre todo, fuerzas de caballería con bandera propia, uniformados parcialmente con quepis y casacas, y armados con lanzas, tercerolas (carabinas de caño corto) y fusiles de chispa.
Subordinados a los mandos paraguayos, fueron empleados para colaborar en los gigantescos arreos de ganado con que el invasor buscó abastecer, tanto a sus tropas como asegurar el consumo interno del Paraguay.
Acotamos que, según Diego Mantilla, cada vez que un invasor saqueó los rebaños de Corrientes, suceso que se dio en reiteradas ocasiones, sólo pudo hacerlo parcialmente, en los espacios abiertos, por las características agrestes del terreno.
Era lógico entonces que los ocupantes recurrieran a los paraguayistas correntinos a modo de baqueanos, siendo evidente que, como puntualiza el autor que seguimos, no les reservaban papel alguno que no fuera decididamente secundario.
También la bandera empleada por los paraguayistas merece un aparte. Algunos historiadores afirman que se trató de la bandera tradicional de la provincia, instaurada en 1821. En ese sentido, Diego Mantilla sostiene que el desprestigio que ello le acarreó fue la causa de que su uso posterior a la guerra declinara hasta el punto de desaparecer, siendo sólo reivindicada hacia el cuarto centenario de la fundación, ya bien entrado el siglo XX.
Mauriño propone un estandarte diferente, con las barras de sangre de los artiguistas en medio de las franjas azul celeste, que atribuye a una creación del Teniente de Gobernador José de Silva en 1815, y que los lopiztas correntinos habrían retomado entre abril y noviembre de 1865. Como sea, el hecho es que una fracción paraguayista de unos mil hombres de Las Lomas, San Luis del Palmar, Mburucuyá y Caá Catí, a cuyo frente se hallaban dos itateños, los hermanos Lobera, en septiembre de 1865 forrajeaba en proximidades del río Santa Lucía, reuniendo ganado para arrearlo hacia la capital.
Las fuerzas nacionales que actuaban en la provincia de Corrientes sumaban unos dos mil quinientos hombres bajo el mando de Manuel Hornos, un rudo veterano de un sinnúmero de campañas que gozaba de gran predicamento con Bartolomé Mitre.
Bajo sus órdenes luchaban los coroneles Félix Romero, otro itateño, Manuel Vallejos ("El Pájaro"), y el caacatieño Aniceto Monzón.
Hornos subordinó un millar de hombres al mando de Romero para atacar a los aparaguayados, que en esos momentos vivaqueaban en el paraje Naranjito. La noche del 20 de septiembre, Romero acampó a unos dos kilómetros del enemigo en un denso palmar, en silencio y aún sin prender fuegos para lograr la sorpresa. Antes de amanecer el día 21, tomó el típico dispositivo de ataque tan usual en nuestra parte de América, que Sarmiento describe magistralmente en su "Argirópolis": el centro con la infantería (unos 300 fusileros) protegiendo los cañones (dos piezas de a 8, llamadas así porque disparaban balas redondas de hierro que pesaban 8 libras) y la caballería a los flancos (unos 700 jinetes). A la izquierda bajo el mando de Vallejos y Monzón a la derecha. La infantería, dos compañías de bellavistenses y una de goyanos, la comandaba el mayor Olegario Alemí (santaluceño) y la caballería agrupaba jinetes de Corrientes, Itatí, San Roque, Empedrado, Mercedes, Caá Catí y
Saladas. Previo escaramucear con las avanzadas de los Lobera, el grueso de la fuerza patriota maniobra con la ventaja de tener el sol a sus espaldas, sobre los paraguayistas que han formado de modo análogo, aunque sin disponer de piezas artilleras, en una posición más baja (50 metros) y con el río a retaguardia cortándoles la retirada. Producido el contacto, la infantería de Alemí carga sobre el centro enemigo mientras los jinetes de Vallejos y Monzón hacen lo propio, con la ventaja de cargar aprovechando la diferencia de altura.
El enfrentamiento se prolonga apenas por un cuarto de hora, porque los paraguayistas ceden ante la avalancha patriota al punto de hacer innecesario el uso de los cañones y, desfondado su centro por la embestida, el resto huye a la desbandada. Muchos se ahogan tratando de cruzar el río.
Otros, son ultimados en la persecución que el "Pájaro" Vallejos prolonga más de cincuenta kilómetros. No hubo cuartel para los vencidos considerados traidores. Se desconoce el número, pero habrían sido cientos los que los jinetes del Pájaro lancean o degüellan. Los Lobera, logran escapar a la chamusquina arribando a Corrientes dos días más tarde, con una menguada fuerza de un centenar de jinetes.
Al parecer, en la acción los derrotados pierden tres jefes, varios oficiales y 90 soldados, 200 lanzas, 70 carabinas,
300 sables, 400 tiros a bala, 1600 equinos, documentación, una bandera y otros pertrechos. Los patriotas sólo experimentan 20 bajas. También se toman prisioneros por órdenes expresas de Hornos (370, de los cuales 13 son oficiales).
Con Información de Diario Época (22 de septiembre de 2017)
Miércoles 21 de septiembre de 2022