Lucila "Luky" Sandoval, junto a los tesoros del fútbol femenino que tiene en su casa (Maximiliano Luna)
En 1988, cuando fue a firmar su primer fichaje a la vieja Asociación Argentina de Fútbol Femenino de la calle Gallo, a Lucila Sandoval le llamó la atención una placa que colgaba en una de las paredes y que rendía homenaje a la selección argentina que había ido a jugar el Mundial de México 1971. Luky, como todos la conocen, nunca antes había escuchado nada de esas mujeres ni de ese torneo y ese fue un misterio que le quedó dando vueltas en la cabeza durante muchos años.
Luky nació en Saladas, provincia de Corrientes, o como a ella le gusta llamarla, “
La tierra del Sargento Cabral”. De pequeña, fue pasando de casa en casa debido a que su madre biológica la entregó al nacer. Los potreros de su pueblo fueron los lugares en los que siempre encontró contención y alegría.
“No la pasé muy bien, pero eso me enseñó a hacer muchas cosas. Cuando no tenés padres, sos la mucamita de todos: por eso sé arar, cosechar, sembrar, limpiar la casa, pintar, lavar la ropa y los platos. En los pueblos la vida social es en los polideportivos y yo me volvía loca cuando pasaba por los potreros. Veía a los muchachos jugando y me quedaba pegada al arco o si veía que faltaba alguno pedía entrar”, contó a Infobae en una charla en su casa en el barrio de La Paternal, un espacio que parece un museo por la enorme cantidad de tesoros del fútbol femenino que hay en él.
En Saladas, Luky sentía que el único camino para las mujeres era casarse y tener hijos. Pero ella quería otra cosa para su vida. Aunque no tenía mandatos familiares a los que apegarse, igual sentía la mirada de los otros sobre sí. “Yo desde los siete años que andaba en el potrero con los muchachos y ellos nunca me hicieron problema, las que sí me lo hacían eran las viejas que pasaban porque eso que yo hacía era sacrilegio para ellas. Pasaban y me gritaban ‘andá a tu casa marimacho’”, recordó.
Nacida en Corrientes, Sandoval atajó en clubes como River Boca, San Lorenzo e Independiente (Maximiliano Luna)
A los 14 años, dejó su pueblo y llegó a Buenos Aires. Terminó la escuela primaria y se puso a trabajar en una panadería. Por esos tiempos el fútbol se había vuelto algo lejano para ella y recién cuatro años más tarde volvería a su gran pasión. Un día, el novio de una compañera de trabajo le contó que en All Boys había un equipo de mujeres. Luky se sorprendió: no sabía que existía el fútbol femenino.
Fue a una prueba en el club de Floresta y quedó. Ella venía de los potreros y no tenía ninguna formación técnica o táctica de fútbol. Hasta el día de hoy, Luky cree que la aceptaron por la amistad del entrenador con la persona que la llevó, debido a que no pudo dar un solo pase de primera en toda la tarde.
En aquel momento, a fines de la década del 80′, All Boys y Yupanqui eran los dos equipos más importantes de un fútbol femenino que aún no tenía lugar dentro de AFA. En el Albo atajaba Marcela Lesich, una gloria de la disciplina en el país. Luky solía mirarla volar de palo a palo desde un costado del arco. Un día, Marcela decidió que quería jugar de defensora y Luky vio la posibilidad de ser arquera. Durante cinco meses, el preparador físico del plantel la llevó todos los fines de semana a practicar a un parque para enseñarle los trucos del puesto. En su debut, la correntina salió a achicar a una delantera “a lo Gatti” y tapó la pelota con el pecho. “Ahí me di cuenta de que eso era lo mío”, comentó con una amplia sonrisa.
Tras dos campeonatos, el equipo femenino de All Boys se disolvió y Luky recaló en River, donde la disciplina estaba en formación. Estuvo muy poco tiempo en el Millonario y luego se fue a jugar a un conjunto que representaba al club Tres de Febrero de la Isla Maciel. Un día fue un dirigente de Independiente a buscar a una de sus compañeras y terminó llevándose a todas a jugar al Rojo. Así la correntina cumplió uno de sus grandes sueños: vestir la camiseta del club de sus amores.
Luky jugó hasta los 46 años (Maximiliano Luna)Luky estuvo en el equipo de Avellaneda desde 1995 hasta 2003. En esos tiempos se dio el lujo de ser entrenada por el histórico Pepé Santoro, quien le reveló todos los secretos del puesto. También comenzó a alojar en su casa a chicas que venían del interior y que querían jugar al fútbol, tal como le había ocurrido a ella. A los utileros del club les pedía que rompieran un poquito más algunas prendas que ya estaban usadas, así ella se las llevaba para coserlas por las noches y dárselas a sus compañeras. Su mayor decepción llegó en su último año en la institución, cuando solo les faltaba vencer a Sportivo Barracas para coronarse campeonas. El día del partido, el club no les puso médico ni policía, por lo que perdieron los puntos. La tristeza y la impotencia invadieron a la arquera, y tomó una decisión: se retiró del fútbol.
Pero el deporte le iba a traer nuevas oportunidades. Tiempo después, Mónica Santino -hoy a la cabeza del equipo de La Nuestra Fútbol Feminista en la Villa 31- la llamó para sumarse al futsal de Atlanta. Luky no estaba acostumbrada a jugar en canchas y arcos de pequeñas dimensiones, pero no pudo decir que no. Tras un tiempo en el conjunto de Villa Crespo, pasó a Boca en la misma disciplina. En el Xeneize fue capitana y campeona del primer torneo de AFA.
A los 39 años, Luky se sentía bien en el futsal, pero había algo que seguía dándole vueltas en la cabeza. “Yo soñaba con cantar el himno fuera del país, era mi obsesión”, rememora. Su gran ilusión estaba cerca de cumplirse. San Lorenzo estaba buscando una arquera con experiencia para ir a disputar la Copa Libertadores de fútbol 11. El profe Ruben Fernández la citó y le hizo la propuesta. El “sí” no se hizo esperar.
“Yo hacía seis años que no jugaba en cancha de 11, así que fue como sacar a un pez de la pecera y tirarlo al mar. Me di cuenta de que eso era lo mío. Volví a vivir”, remarcó Luky, que con casi 40 años se tomó un avión por primera vez en su vida y voló a Brasil para disputar el certamen continental. Las lágrimas rodaron por sus mejillas cuando el himno sonó por los parlantes en la cancha en Guarujá.
Después de aquella Copa Libertadores, la arquera jugó tres años más en San Lorenzo y se retiró. Pero al poco tiempo se dio cuenta de que extrañaba los entrenamientos y el vestuario, así que volvió. Jugó en Ferro (donde compartió plantel con la actual arquera de River Florencia Chiribelo) y en Excursionistas (se dividía el puesto con Gabriela Ceña). En octubre de 2016, con 46 años, colgó los guantes por tercera vez y de manera definitiva.
Luego de su retiro, se dedicó a reconstruir la historia del fútbol femenino de la Argentina (Maximiliano Luna)
Desde 1988 a 2016, tiempo que duró su carrera en el fútbol, Luky había salido a jugar cada partido pensando en aquellas mujeres del cuadrito del Mundial de México 1971 que había visto en la Asociación de Fútbol Femenino. Por eso fue que un mes después de su retiro se dio a la tarea de encontrarlas y reunirlas.
“Hablé con Mara Ramos, mi compañera en Independiente, y le dije que quería encontrar a esas mujeres. Le pedí contactos de alguna jugadora que tuviera diez años más que nosotras y la idea era pedirle a ella los teléfonos de jugadoras que tuvieran cinco años más y así ir yendo hacia atrás. Llamé a Mónica Maciel y Gladys Verón, que se sumaron a la iniciativa. Así empezamos a buscar teléfonos y comenzaron a aparecer jugadoras de 60 o 70 años. Ahí me di cuenta de que no podía contar solo la historia de la Selección de 1971. Había más mujeres ávidas de que se hablara de ellas”, relató Luky, que el 12 de noviembre de 2016 fundó Pioneras del Fútbol Femenino Argentino, una organización que busca conocer y difundir la historia de la disciplina.
La primera mundialista que apareció fue Teresa Suárez. Luego se sumaron Eva Lembessi, Marta Soler y Betty García, entre otras. Para Luky no fue fácil encontrarlas y convencerlas de asistir a eventos o a homenajes. “Todas estaban incrédulas. Muchas eran muy mayores y ya habían pasado 45 años de México 71′. La mayoría no quería sumarse. Pensaban ‘¿Qué quiere esta loca?’, no me conocían”, reveló.
Entre aquellas reticentes a unirse a Pioneras estaba Elba Selva, “La Maestra”, la número 10 que le convirtió cuatro goles a Inglaterra en el triunfo por 4-1 de aquel Mundial. Durante dos años Luky le mandó mensajes de Whatsapp que quedaban en visto, hasta que un día aceptó recibirla. Allí fue la ex arquera con un grupo de personas a hacerle un homenaje en el club de General Rodríguez en el que Elba juega al Newcom (una adaptación del vóley para adultos mayores) y otros deportes. “Los viejitos del club lloraban, decían que no podían creer que todo este tiempo habían estado jugando con un ícono del fútbol argentino, que jugó en el estadio Azteca, que le hizo cuatro goles a Inglaterra y que el Día de la Futbolista es por ella”.
En Argentina, cada 14 de mayo se celebró el Día del Futbolista como homenaje al gol que anotó Ernesto Grillo en el triunfo de la selección argentina por 3-1 sobre Inglaterra en 1953 (recientemente cambió la fecha por el 22 de junio, día de los goles de Maradona a los ingleses en el Mundial de México 1986). Pero las mujeres que jugaban estaban invisibilizadas. Entonces Luky -luego de una charla con la periodista Ayelén Pujol- decidió que el 21 de agosto, día en que Elba Selva le marcó los cuatro tantos las inglesas, era la fecha perfecta para reconocerlas.
Pioneras es la organización que reunió a las mundialistas de México 1971 y que estableció el 21 de agosto como el Día de la Futbolista (Maximiliano Luna)
Lamentablemente, muchas de Las Pioneras de México 1971 ya fallecieron. Las que aún viven fueron apareciendo una a una. La última fue María Fiorelli, que tiene 80 años y que era la arquera suplente, a quien Luky encontró en diciembre de 2019. Muchas de ellas viajaron el año pasado a ver el Mundial de Francia y estuvieron en los partidos de la selección argentina.
Sorprende escuchar que las familias y los amigos de muchas de Las Pioneras no sabían que ellas habían estado en un Mundial. En varios casos ni siquiera sabían que habían jugado al fútbol. Luky, que fue invitada por varios países para hablar de su iniciativa, cuenta que eso tiene que ver con el contexto socio-cultural de aquella época en el que una mujer que jugara al fútbol era algo mal visto. “En su momento las habían bastardeado, ninguneado y hasta echado de la casa por jugar al fútbol. Muchas terminaron viviendo en la calle o en casas de amigas porque las habían expulsado de sus casas”, señaló con una mezcla de tristeza y bronca por ese pasado tan injusto.
Pero hoy todas ellas tienen revancha. El año pasado, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires sancionó una ley que establece el 21 de agosto como el Día de la Futbolista. El proyecto también ha avanzado en otros distritos y en el Congreso de la Nación consiguió ser aprobado en Diputados. Una vez que Senadores haga su parte -algo que se ha retrasado por razones que se desconocen-, la norma implicará que los contenidos sobre historia del fútbol femenino puedan ingresar en la currícula escolar.
“Esto era lo que tenía que pasar y lo que ellas merecían. Todo esto estaba en un rincón escondido, lo saqué y hoy lo ve todo el mundo, como tendría que haber sido siempre. Me da orgullo porque es también mi historia.
Me encanta verlas. Hoy Las Pioneras ya caminan solas. Antes iban conmigo a todos lados, pero hoy van solas.
Yo estaba desesperada por hacer esto por una cuestión cronológica. Ahora la pandemia me angustia por ellas, ya que eran mujeres muy activas y hoy están encerradas. A muchas las llamo todos los días para saber cómo están. No quiero que se caigan”, señaló Luky, que hoy tiene parado su trabajo como masajista deportiva en una importante cadena de gimnasios.
Tras reunir a las Pioneras, Luky ya tiene un nuevo sueño. En 2021 se cumplirán 50 años del Mundial de México y su idea es reunir a los siete seleccionados que participaron de aquel torneo en el mítico estadio Azteca. Para eso ya ha tejido redes con jugadoras históricas de países como México, Italia, Dinamarca y Francia, entre otros. Si la pandemia lo permite, allí volverá a juntarse esas mujeres que le ganaron el partido al olvido.